Declaración de posicionamientos y buenas prácticas en el ejercicio profesional de la logopedia
16. Trastornos de la alimentación pediátricos
Descarga el capítuloEl logopeda es el profesional sanitario competente para evaluar, diagnosticar, intervenir y llevar a cabo el mantenimiento de los trastornos de la alimentación pediátrica, especialmente cuando hay alteraciones de la deglución o del desarrollo de las habilidades alimentarias.
El CLC impulsa la investigación sobre la prevalencia, el impacto funcional, la evaluación y la intervención en los trastornos de la alimentación pediátrica, y promueve la creación de instrumentos adaptados al contexto lingüístico y cultural en catalán y castellano.
El CLC defiende un abordaje interdisciplinario y especializado, coordinado con profesionales de la medicina, la psicología, la nutrición y la logopedia, para garantizar una intervención integral basada en la evidencia.
Causas
De acuerdo con las aportaciones de la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica, las alteraciones en el funcionamiento del tracto gastrointestinal superior están relacionadas con el TAP. Este puede originarse principalmente por problemas gastrointestinales, aunque también puede deberse a enfermedades respiratorias. Las disfunciones en las estructuras orofaríngeas y laríngeas afectan a la mecánica normal de la alimentación y dificultan el desarrollo natural de las habilidades alimentarias. Cuando el acto de comer provoca dolor o malestar, el niño tiende a rechazar los alimentos y, como respuesta, los cuidadores pueden recurrir a métodos coercitivos para asegurar la ingesta nutricional. Asimismo, las afecciones inflamatorias del tracto gastrointestinal superior pueden interferir en una alimentación adecuada.
Aunque no hay suficiente evidencia concluyente que relacione de forma directa la enfermedad por reflujo gastroesofágico con el TAP, sí se ha identificado una conexión más clara entre este trastorno alimentario y la esofagitis eosinofílica. Los problemas de motilidad y las alteraciones funcionales del sistema digestivo también pueden dificultar la alimentación, especialmente en casos como la atresia esofágica corregida, cirugías como la fundoplicatura o en la intolerancia al volumen alimenticio, incluso sin diagnóstico de gastroparesia, en niños con enfermedades complejas. Además, quienes han recibido nutrición enteral durante largos periodos pueden volverse dependientes de la sonda, aun cuando ya no sea necesaria desde el punto de vista clínico, pero continúan sin poder alimentarse por vía oral.
Los menores con cardiopatías congénitas a menudo requieren estancias hospitalarias prolongadas con cuidados intensivos, lo que puede retrasar el desarrollo de las habilidades relacionadas con la alimentación. Las intervenciones quirúrgicas cardíacas pueden provocar daño en el nervio laríngeo recurrente, que produce parálisis de la cuerda vocal izquierda y afecta a la protección de las vías respiratorias. En estos casos, tanto la hipoxia crónica como posibles lesiones del nervio vago pueden influir en la aparición de intolerancia alimentaria y vómitos.
Los niños con trastornos neurológicos presentan un riesgo elevado de desarrollar TAP, sobre todo a medida que crecen y sus necesidades nutricionales superan su capacidad para alimentarse adecuadamente. Los niños con retrasos motores o cognitivos severos suelen afrontar mayores dificultades para alimentarse. La disfagia de origen neurológico es común en la infancia, aunque también puede desarrollarse en etapas posteriores, por ejemplo, en niños con parálisis cerebral, lo que aumenta el riesgo de aspiración crónica, con consecuencias graves para la salud.
También se ha identificado una relación entre los trastornos del neurodesarrollo, especialmente el trastorno del espectro autista, y el TAP. Por último, algunos menores que no consumen suficientes calorías para un crecimiento adecuado podrían presentar alteraciones en las señales biológicas del hambre, lo que contribuye al desarrollo del TAP.
Algunos estudios apuntan también a una influencia genética en la predisposición a aceptar ciertos sabores.