Declaración de posicionamientos y buenas prácticas en el ejercicio profesional de la logopedia
16. Trastornos de la alimentación pediátricos
Descarga el capítuloEl logopeda es el profesional sanitario competente para evaluar, diagnosticar, intervenir y llevar a cabo el mantenimiento de los trastornos de la alimentación pediátrica, especialmente cuando hay alteraciones de la deglución o del desarrollo de las habilidades alimentarias.
El CLC impulsa la investigación sobre la prevalencia, el impacto funcional, la evaluación y la intervención en los trastornos de la alimentación pediátrica, y promueve la creación de instrumentos adaptados al contexto lingüístico y cultural en catalán y castellano.
El CLC defiende un abordaje interdisciplinario y especializado, coordinado con profesionales de la medicina, la psicología, la nutrición y la logopedia, para garantizar una intervención integral basada en la evidencia.
Gradación de severidad, consecuencias y soportes
Grado 0 - leve: requiere apoyo mínimo o puntual
En este primer nivel, el niño presenta dificultades leves relacionadas con la alimentación, tales como selectividad limitada, rechazo ocasional de ciertos alimentos o preferencias marcadas por determinadas texturas. Estas dificultades no interfieren de forma significativa en el estado nutricional ni en el desarrollo ponderoestatural, y la autonomía durante las comidas suele estar preservada. Las estrategias de intervención suelen ser preventivas o de bajo impacto, centradas en el asesoramiento a las familias y la introducción de rutinas estructuradas. Las consecuencias funcionales de este nivel de afectación son poco relevantes en el contexto escolar o social.
Grado I - moderado: requiere apoyo regular
Este grado incluye a aquellos menores cuyas dificultades alimentarias son más consistentes y afectan de forma parcial a la calidad de la ingesta. Es frecuente observar una alimentación limitada a un número reducido de alimentos, dificultades leves de masticación o comportamientos evitativos ante nuevas propuestas alimentarias. La autonomía durante las comidas se encuentra comprometida y requiere supervisión o asistencia regular. La intervención logopédica y nutricional debe ser sistemática y, en muchos casos, es necesaria la coordinación con el entorno educativo. Las consecuencias pueden incluir un impacto moderado en la dinámica familiar, la socialización durante los momentos de comida y el bienestar emocional del niño.
Grado II - grave: requiere apoyo sustancial
En el tercer grado, el trastorno alimentario adquiere un carácter más severo, con una ingesta oral claramente insuficiente en cantidad o calidad para garantizar un desarrollo físico y nutricional adecuado. Suelen coexistir dificultades significativas en la masticación o la deglución, así como una fuerte aversión a la comida. El menor requiere asistencia directa durante las comidas y puede mostrar conductas de oposición o angustia ante la alimentación. La intervención requiere un abordaje multidisciplinar intensivo, que puede implicar la participación de logopedas, dietistas, pediatras y psicólogos. Las repercusiones se extienden al ámbito familiar, con elevados niveles de estrés, y a la participación escolar, con limitaciones funcionales notables.
Grado III - muy grave: requiere apoyo intensivo
En este grado, las dificultades en la alimentación oral son muy severas y pueden coexistir con riesgo nutricional grave o trastornos médicos asociados. El menor presenta una ingesta oral muy reducida o limitada exclusivamente a ciertas consistencias o volúmenes. Es común la utilización parcial de vías alternativas de alimentación, como la sonda nasogástrica o la suplementación nutricional. La autonomía está prácticamente ausente y las comidas suelen requerir una alta estructuración y vigilancia. La intervención sanitaria y logopédica es intensiva, con un seguimiento estrecho en contextos clínicos y domiciliarios. Las consecuencias funcionales son altamente significativas y afectan de forma directa a la salud general, la escolarización y la calidad de vida familiar.
Grado IV - extrema complejidad: requiere apoyo total y especializado
El grado más severo se reduce a los casos en los que la ingesta oral está completamente ausente o supone un riesgo vital. Los menores en este grupo dependen totalmente de la alimentación enteral (gastrostomía u otros métodos) y suelen presentar comorbilidades neurológicas, médicas o del desarrollo que complican aún más el abordaje clínico. La participación en contextos alimentarios convencionales es nula, y las manifestaciones clínicas incluyen disfagia grave, hipersensibilidad oral extrema o rechazo total de cualquier forma de alimentación por vía oral. La intervención debe ser altamente especializada y sostenida en el tiempo, implica a equipos interdisciplinares y dispositivos de atención sanitaria avanzada. Las consecuencias funcionales son graves, con una elevada dependencia, restricciones sociales importantes y un impacto profundo en la dinámica y salud emocional del entorno familiar.